San José Benito Cottolengo, fue un santo italiano que vivió
en el siglo XIX y que fue canonizado en el siglo XX.
Desde niño fue dotado por Dios de una gran sensibilidad
para los pobres y abandonados. Se hizo Sacerdote, y en la
parroquia de Turín que le fue asignada se dedicó a
la catequesis y a la atención a los moribundos. Ya
entonces, se lamentaba de no tener una cama libre para los enfermos
que acudían a él y comentaba: "Si falta algo
es porque confiamos poco o nos hacemos indignos".
No se trataba de un sueño o de un piadoso deseo, sino de
una verdadera vocación. Andando el tiempo, y tras algún
intento infructuoso -por no haber visto todavía que Dios
le pedía un abandono absoluto en sus manos, sin buscar ayudas
humanas- fundó la "Piccola Casa Della Divina Providenza"
en la Volta Rossa. Por orden ministerial fue clausurada en
1881 a causa de una epidemia de cólera que se cernía
sobre la ciudad.
José Benito pensó: "¿por qué esta
orden, que parece absurda y sin piedad no puede ser providencial?".
Lejos de amilanarse, Cottolengo se encaminó al barrio de
Valdocco, por entonces en las afueras, y allí abrió
otra Pequeña Casa de la Divina Providencia que más
tarde, habría de convertirse en un magnífico y grandioso
hospital. Y sobre sus puertas mandó esculpir las palabras
de San Pablo: «La caridad de Cristo nos apremia».
El ideal de caridad evangélica y abandono absoluto en manos
de la Divina Providencia, que inspiró a San José Benito
Cottolengo, ha alentado diversas obras apostólicas; aunque
no todos se llaman Cottolengos.
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