Congregación
“Quiero que las Hermanas sean sólidamente virtuosas, que conozcan la virtud con toda su realidad. Que constantemente puedan entrar en el Templo vivo de la Trinidad, que es nuestra alma. Amemos mucho como un don precioso y de predilección la vocación religiosa”.
(Madre Dolores Permanyer)
Madre Dolores Permanyer i Volart
Nació en Barcelona el 15 de enero de 1886. Pertenecía a una familia acomodada, tenía 43 años cuando se consagró al Señor, como Hermana Servidora de Jesús del Cottolengo del P. Alegre.
Lo que más le admiró del Cottolengo fue su abandono en la Providencia. Jesucristo pobre le había fascinado. El deseo de identificarse con Cristo le llevó a vestirse de harapos y pidiendo limosna fue confundida entre los pobres a quienes amaba y deseaba servir. Alguien depositó en su mano una moneda de oro. ¿Vislumbró en ella la perla preciosa por la que vale la pena abandonarlo todo?
Sí, fue la respuesta de Madre Dolores al Señor, Sí a lo que Él la llamaba.
En 1939, año en que nació la Congregación de Hermanas Servidoras de Jesús fue nombrada Superiora, cargo que ejerció hasta 1957, siendo reconocida como Madre Fundadora.
Sus pasiones
Amor a su consagración y al carisma
“Qué beneficio tan grande y que acción de gracias hemos de dar al Señor, por habernos escogido a nosotras y que aquella semilla tan pobre, miserable e ignorante, Nuestro Señor la ha hecho fructificar casi al ciento por uno. Nosotras no podemos estar orgullosas de tal cosa sino decir con San Pablo: ¡Dios escoge a los flacos para que nadie se gloríe en sí mismo… ustedes son las que han de llevar la Obra adelante, con este empuje de los tiempos actuales, para mayor gloria de Dios”.
La Eucaristía
“Coman este Pan celestial con verdadera hambre y que les de aquella fuerza que dio a Elías para caminar cuarenta días; eso lo rezamos todos los días en el Oficio. Hermanas, ¡qué fuerza no les dará el Pan Eucarístico si le comen dignamente, no sólo para caminar toda nuestra vida, sino para ver la vida eterna!”.
El Cottolengo
“Mil veces que naciese, mil veces al Cottolengo, con todos los fracasos que puedan venir: el celo por el Cottolengo devora el alma de la siempre Hermana Dolores María, toda de Jesús”.
Obediencia
“Lo único que les recomiendo, es que sepan obedecer lo que se disponga para cada una y hacerlo lo más bien posible, sin miras humanas, ni amor propio y con mucha caridad, ayudándose mutuamente, con suavidad y dulzura”.
Abandono
“Penas y tribulaciones siempre y a todos nos pasa, pero una monja (del Cottolengo) no tiene que sufrir con resignación sino en completo abandono en brazos de Dios, que está siempre con nosotros, y nos compensa con gran consuelo y alegría”.